miércoles, 7 de octubre de 2015

Olor a hembra

En su libro ‘Diga 33’, una divertida y recomendable recopilación de anécdotas médicas, José Ignacio de Arana explicaba el caso de un irritado marido que puso una reclamación al hospital donde habían ingresado a su mujer porque –textualmente- “le habían quitado su olor a hembra”, tras haberle lavado los genitales. Espectacular y real como la vida misma.

Recordé esa anécdota ayer cuando encontré un exquisito artículo de investigadores mexicanos publicado en la revista ‘Frontiers in Endocrinology’. Lo que estudiaron, nada más y nada menos, fue cómo reaccionan biológicamente los hombres cuando se les da oler un extracto de sobaco femenino o de vagina, evidentemente también femenina.

El artículo se titula ‘Cambios en los niveles salivares de testosterona y cortisol y en el deseo sexual en varones tras oler esencias de axila y vulva femeninas’ (Front. Endocrinol. 4:159. doi: 10.3389/fendo.2013.00159). Y sin duda, arroja interesantes descubrimientos.

Participaron 45 mujeres jóvenes que prestaron sus efluvios a la ciencia y 115 valientes machos que se dedicaron a olisquearlos, también en aras del progreso de la humanidad, por supuesto. Todos eran voluntariosos estudiantes y todos declararon ser heterosexuales. La gratificación para los chicos: unos 15 dólares por cabeza (o nariz). Para ellas el doble, ya que proporcionaron sus muestras dos veces.

Estos particulares extractos aromáticos se recolectaron utilizando almohadillas colocadas en las axilas y salvaslips en la entrepierna –obvio- que llevaron durante toda la noche previa al experimento.

A los hombres les tomaron muestras de saliva antes de dedicarse a olfatear, así como a los 15, 30, 60 y 75 minutos después de exponerse a los olores femeninos. Inmediatamente después de poner a trabajar sus pituitarias también debían responder a un cuestionario donde tenían que valorar si les había gustado la fragancia olisqueada y, después de recoger la última muestra de saliva, debían reconocer si había aumentado su deseo sexual.

Los autores, con la psicóloga Ana Lilia Cerda-Molina como primera firmante, explican al inicio de su artículo que “los olores vaginales y axilares femeninos contienen información sobre su atractivo”. Se me ocurre que tal vez también contengan información sobre su carencia de atractivo, pero eso es otra cuestión. Vayamos a comentar los resultados...

Un aspecto interesante de la investigación es que la recolección de muestras oloríficas se llevó a cabo en dos fases distintas del ciclo menstrual, de modo que disponían de extractos recogidos cuando las mujeres estaban ovulando y extractos de la fase lútea, la tercera y última del ciclo que tiene lugar después de la ovulación.

Lo que comprobaron es que la concentración de la 'hormona de la masculinidad', la testosterona, en la saliva de los hombres varía de forma significativa en función de la fuente del aroma. Las esencias de axila y vulva de las mujeres en fase ovulatoria incrementaron los niveles de testosterona en la saliva de los varones, pero los disminuyeron si se trataba de muestras tomadas durante la fase lútea.

En cuanto al cortisol, ocurre lo mismo tras meter las narices en muestras de axila y vulva de mujeres que están ovulando. Los niveles de la llamada ‘hormona del estrés’ aumentan inmediatamente, pero disminuyen a medida que pasa el tiempo hasta situarse en valores normales al cabo de 75 minutos. La esencia de alerón de mujer en fase lútea disminuye las concentraciones de cortisol, pero la de vulva las aumenta considerablemente, incluso en esta fase del ciclo menstrual, si bien descienden pasada la primera media hora.

¿Y en cuanto al apetito sexual? Pues bien, si las emanaciones son de mujer ovulando, tanto de axila como de vagina, son capaces de aumentar el interés sexual de los hombres. Más incluso el olor de  axila que el de  entrepierna. Por el contrario, si se trata de esencias de mujeres que ya han ovulado, el interés disminuye en lugar de aumentar.

Nos queda la valoración que hacen los participantes masculinos sobre si les gustó o no cada una de las fragancias. Hay que tener en cuenta que ninguno sabía durante el experimento qué es lo que estaban husmeando –aunque algunos más espabilidados tuvieran alguna sospecha- y que en determinadas ocasiones no se les daba a oler más que aire normal y corriente. En este sentido, los resultados son similares a lo observado hasta ahora. Es decir, que encontraron más placenteros los efluvios axilares y vaginales de las mujeres en fase ovulatoria y más desagradables los obtenidos de las mujeres en fase lútea. Dicho de otro modo, estos últimos podríamos considerarlos más ‘hedor’ que ‘fragancia’.

El estudio sirve como llamada a la reflexión acerca de las conservación de nuestros instintos más primigenios, de cuando éramos primates arborícolas sin taparrabos que se excitaban ante la presencia –y aroma- de las hembras en su momento más fértil.

Me gustaría saber ahora si existen estudios a la inversa, de mujeres oliendo esencias masculinas y contestando a cuestionarios sobre si les gusta el aroma de sobaco de macho revenido. Tengo mis dudas pero prometo buscarlos.

Y por último, no quiero imaginarme a más de uno de vosotros olisqueando esta noche los recovecos de la parienta para descubrir si sois capaces de adivinar en qué fase de la menstruación se encuentra. Que os conozco...

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